Rompiendo el silencio
Descubre de la mano de expertos en educación maneras efectivas para combatir el bullying en cualquier etapa de la vida escolar. Es ideal conocer esta herramientas tanto si eres educador como padre.
La educación en la empatía, el mejor antídoto contra el bullying
Algo que produce un gran temor a cualquier progenitor es que su hijo o su hija sea víctima de bullying, pero también que sea precisamente quien lo realice o tome parte de él. Tanto padres como educadores pueden tener la sensación de que el bullying es un tipo de violencia que se escapa de su control, pero no es así: identificarlo y erradicarlo es un trabajo de toda la comunidad educativa que empieza por los propios niños, pero que incluye a padres y educadores. En el contexto actual en el que la tecnología y las redes sociales adquieren cada vez un mayor espacio en nuestras vidas, y a lo que se une el desarrollo de la inteligencia artificial, ha aumentado alarmantemente el denominado ciberbullying, incluso podríamos decir que es ya un tipo de acoso escolar que se da con mayor frecuencia. Consiste en un comportamiento dañino que se ejerce intencionada y repetidamente a través de Internet o las redes sociales, pues el teléfono móvil puede utilizarse para molestar, intimidar e incluso maltratar a alguien. Y genera mucha indefensión y estrés, pues quien lo padece tiene la sensación de que puede sufrir violencia en cualquier momento del día.
El trabajo más importante consiste, para mí, en la prevención de este tipo de violencia, y es justo ahí donde la educación en empatía es una pieza fundamental. Hay que dar herramientas a los niños y a los adolescentes para afrontarlo, y proveerlos de habilidades empáticas porque así podrán ponerse siempre en el lugar del que sufre y actuar para frenarlo. La educación en empatía y, por tanto, en la prevención del bullying ha de realizarse desde la escuela infantil, momento en el que pueden aparecer burlas o agresiones verbales hacia otros niños, pero hay que estar especialmente atentos en la pubertad y durante el periodo que la antecede, ya que es cuando hay mayor riesgo de que aparezca.
Las familias cohesionadas, con un fuerte vínculo emocional y que mantienen una comunicación abierta y fortalecen el sentimiento de seguridad de sus hijos, los están protegiendo de padecer acoso. Es tanto así, que el apego seguro con los padres contribuye al establecimiento de relaciones positivas con los iguales, mientras que, cuando no se cuenta con este, hay un pobre desarrollo de las habilidades sociales y se puede llegar al conflicto y al rechazo por parte de los compañeros. La escasa comunicación con los padres, añadida a la percepción de que no se cuenta con su apoyo, puede llevar, además, a un menor control de los impulsos en los hijos, lo que incrementa el riesgo de que estos participen como acosadores.
La prevención del bullying se ha puesto en marcha a través de numerosos programas en todo el mundo, y muchas escuelas empiezan a adoptarlo también en nuestro país. Están basados generalmente en la identificación de este tipo de acoso desde los primeros indicios, el diagnóstico y las vías de resolución. Pero lo que desde mi punto de vista no se hace hasta ahora es trabajar la empatía desde el primer momento para erradicar el bullying, y lograr que ni siquiera aparezca. Y para ello sería necesario incluir la empatía en el currículo de los más pequeños como materia, pero también formar a los docentes e incluso a madres y padres, de modo que se produzca transversalmente en todas las materias que cursen y en todos los ámbitos de su vida. Tal como entiendo yo el proceso, considero fundamental comenzar trabajando el yo interior, es decir, aquellos aspectos que pertenecen a nuestro mundo interior y que pueden desarrollarse desde la primera infancia. Esta será la base para construir relaciones empáticas y, por extensión, una sociedad que lo sea. Sin ser conscientes de ello, los niños educados en la empatía tendrán inherentes valores que harán que respeten a los demás y sean compasivos con ellos.
Estar atentos a la sobreprotección y permitir el desarrollo de la propia autonomía, así como potenciar la autoestima, la espiritualidad y la creatividad son algunas de las piezas clave para lograr este objetivo. Junto a ello, educar en la diversidad para poder alcanzar la igualdad, fomentar la confianza en los otros y la colaboración, el optimismo y la positividad, así como la escucha activa, son otras de las estrategias encaminadas a nuestro objetivo. Si, además, mostramos nuestra disposición a ayudar y estamos abiertos a aprender de las experiencias de la vida, estamos trabajando la capacidad empática y, en este sentido, no podemos dejar de mencionar la necesidad de cultivar la fantasía a través de las artes escénicas, la música y la lectura. Y, cómo no, el juego, algo fundamental para niñas y niños, y que puede ser el vehículo a través del cual impulsar la educación en empatía.
Las personas más empáticas utilizan menos la violencia en su día a día, tanto para comunicarse y relacionarse con los demás como para resolver conflictos. Y ahí es donde la neurobiología aporta sus avances al identificar, con la neuroimagen, los circuitos cerebrales de violencia y empatía. Aunque diferentes, utilizan en parte algunas vías cerebrales, lo que da peso neurocientífico al hecho de que educar en la empatía y desarrollarla ayuda a que se forme un cerebro menos violento y, por lo tanto, con mucha mayor propensión a ponerse en el lugar de los demás. Ello hará, sin duda, que la probabilidad de participar en el bullying sea escasa o incluso nula.
BIOGRAFÍA: Luis Moya Albiol es Catedrático de Psicobiología de la Universitat de València. Es Doctor en Psicología y Premio Extraordinario de Doctorado por esta universidad