Solo tenemos un planeta y ¡hay que cuidarlo! Por eso en Totto cada vez incorporamos más productos eco-friendly en nuestro catálogo hechos de material R-PET procedente de botellas de plástico recicladas.
¡Pero aquí no acaba todo! El compromiso con la sostenibilidad nos ha llevado a embarcarnos en una aventura hasta el Amazonas. ¡Si, como lo oyes! Nuestra campaña de Vuelta al cole se centrará este año en el respeto del medio ambiente y cuidado del planeta y por ello, en colaboración con la organización Saving de Amazon, vamos a plantar el Bosque Totto en la Amazonía colombiana.
Por cada compra de mochila + accesorio podrás conseguir una tarjeta para plantar un árbol en el Amazonas y seguir su crecimiento durante 3 años. Además podrás ponerle tu nombre al árbol, el de tus hij@s, el de amig@s ¡el que tú quieras!
Pero para hacer algo, hay que verlo antes, ¿no? Y eso hicimos. Nuestra expedición Totto cogió un avión y se plantó-nunca mejor dicho- en suelo amazónico. Bueno, sólo un avión es mucho decir… pero eso lo veremos más adelante.
El viaje hasta el amazonas
La expedición salió de Madrid el 21 de junio por la mañana con destino a Bogotá. A nuestras espaldas, además de nuestras mochilas Totto, un buen surtido de vacunas recomendadas para viajar a la selva amazónica como la fiebre amarilla, un buen cargamento de repelente para mosquitos y mucha expectación por llegar a nuestro destino. Nos esperaba un largo vuelo de unas 10 horas que pasamos entre películas, y las ganas de llegar a Colombia.
Ya aterrizados en Colombia nos esperaba un día largo debido a la diferencia horaria. La temperatura fría de Bogotá contrastaba con la ola de calor que atravesábamos en España en ese momento. Llegamos al momento recogida de equipaje y… ¡sorpresa! la mochila facturada de uno de nosotros nunca llegó. ¡La aventura empezaba antes de lo esperado!. Por suerte, la organización Saving the Amazon nos echó un cable y pudimos recopilar las prendas de vestir necesarias para el Amazonas. Finalmente y contra todo pronóstico, pudimos llegar al hotel, y descansar.
Día 1 – Mitú y sus comunidades indígenas
Al día siguiente temprano, cogimos un vuelo desde Bogotá a Mitú, una ciudad que se encuentra a las puertas del Amazonas. Una vez en Mitú, tomamos una chiva (un tipo bus local abierto por los lados) y nos adentramos en la selva durante más de dos horas hasta llegar al Etnohotel Waracapuri, donde nos alojaríamos los días que íbamos a estar allí. El trayecto en chiva fue un primer contacto con la impresionante selva amazónica, y en nuestras caras se notaba la fascinación de poder disfrutar de semejantes paisajes de postal.
Recepción en la Maloka
Finalmente, ya de noche, llegamos al etnohotel, que era una especie de base militar, distribuido en módulos de madera. Esta se encontraba en un pequeño poblado, o aldea más bien, donde vivía una comunidad indígena que nos acogió con mucho cariño como unos de los suyos durante toda la estancia. Esa misma noche, nos hicieron un acto de recepción a su comunidad en la maloka, que es una casa ancestral donde se realizan y celebran eventos destacados y supone un punto de encuentro donde se reúnen los habitantes del poblado para compartir. El acto se acompañó de quiñapira y chivé, que son dos alimentos básicos para la comunidad indígena. La quiñapira es un preparado a base de pescado, y el chivé es un jugo a base de yuca que se consume muy frecuentemente. La yuca es el alimento base y más importante para las comunidades indígenas del Amazonas. En esta primera reunión, nos hablaron de los orígenes ancestrales de las comunidades Wanano y Cubeo.
Ya terminado el acto de recepción, se nos asignó a cada uno su habitación nos fuimos a dormir en medio del silencio de la noche amazónica y pensando en las historias de los antiguos pobladores de aquel lugar tan mágico.
Día 2- Travesía por el río Amazonas y cultivos de yuca
Arrancamos el segundo día sobre las 6 de la mañana y a las 7 nos juntamos todos (equipo de Totto y equipo de Saving the Amazon) a desayunar juntos. La comunidad de Mitú nos cuidó con sus comidas y se preocuparon por nosotros durante la estancia como si fuéramos de la familia.
Con la energía a tope después del desayuno nos montamos en una canoa de madera tradicional, y Luis, un chico del poblado muy agradable que fue nuestro guía durante el viaje, nos llevó al otro lado del río Vaupés donde nos aguardaba el pequeño poblado de Santa Cruz. Aquí pudimos encontrar un punto con wifi para comunicarnos con el mundo exterior y al menos contarles a los nuestros que todo iba sobre ruedas y lo maravillosa que estaba siendo la experiencia. Seguidamente, volvimos a la canoa, e hicimos una travesía de una media hora por el río Vaupés hasta llegar al poblado de Tayazú, un poblado idílico a la orilla del río. La experiencia de viajar en canoa por el río en el Amazonas es increíble y abrumadora, tanto por el tamaño y anchura del río, como por la belleza de la naturaleza de las orillas.
La aldea Tayazú
La comunidad de Tayazú nos recibió, como ha sido costumbre en el viaje, con mucha educación y calidez. Comimos en la casa de uno de sus habitantes y después iniciamos una caminata de unas dos horas adentrándonos en la selva para conocer las chagras, que son los lugares donde los indígenas cultivan sus alimentos, principalmente la yuca brava. La chagra se encontraba a casi dos horas andando del poblado, lo cual es muestra del enorme trabajo que conlleva conseguir alimento para estas comunidades. Un matrimonio nativo de Tayazú nos hizo de guía y nos mostraron el proceso de la siembra y recogida de la yuca en la chagra. Ya de vuelta en el poblado de Tayazú, nos enseñaron cómo es el procedimiento para preparar la yuca brava y hacerla comestible ya que al contener cianuro si se come cruda puede ser mortal.
Conectando con el amazonas
Poco antes del anochecer retornamos al etnohotel y como broche final al día hicimos una caminata nocturna por la selva equipados con linternas frontales para realizar un experimento: pasar 15 minutos con cierta separación entre nosotros en absoluto silencio, para sentir y escuchar el Amazonas en su máxima expresión. Fue una experiencia única.
Día 3 – Plantando el Bosque Totto
El tercer día nos recibió con una lluvia a cántaros. El tiempo en el Amazonas es muy cambiante tan pronto caen chuzos de punta como que hay un calor agobiante. La humedad constante hace que secar la ropa sea una tarea a la que echarle paciencia.
La canoa nos esperaba de nuevo para volver a Tayazú, esta vez para conocer el proceso del mambe con las hojas de coca. Esto es de vital importancia para las comunidades indígenas amazónicas, y es un ritual ancestral llevado a cabo por los sabedores (los sabios del poblado), que se traspasa de generación en generación, y que supone un “aumento de la conciencia” para aquellos que lo practican. El proceso consiste en el secado de la hoja de coca al fuego, para molerla posteriormente hasta conseguir un polvo. Este polvo se mezcla con cenizas del árbol Cecropia, y el resultado es el mambe. Después de conocer el ritual del mambe y con un sol abrasador que relevó a la lluvia, jugamos un partido de fútbol con los jóvenes del poblado en un campo rústico de césped natural.
¡Y llegó el momento clave de nuestro viaje al Amazonas! Todavía recuperándonos del partido visitamos una de las muchas zonas en las que Saving the Amazon, en colaboración con las comunidades indígenas, está plantando árboles para reforestar el Amazonas. Estas plantaciones no solo ayudan al medio ambiente, sino que también suponen una fuente de ingresos y desarrollo para las propias comunidades que son las que se encargan de la siembra y el cuidado de los árboles. Cada uno llevó a cabo el proceso de siembra donde plantamos nuestro propio árbol del Bosque Totto. Para celebrarlo nos dimos un refrescante baño en el río Vaupés.
Día 4 – Ruta por el cerro Cao-Cao y fiesta de despedida
Y después de varios días sumergidos en el Amazonas nuestra aventura iba llegando a su fin. Nuestro último día comenzó con una caminata por la selva en el Cerro Cao-Cao. En este paseo pudimos disfrutar de la naturaleza amazónica más salvaje y en estado puro visitando unas cuevas donde habita una especie de ave local muy peculiar: el “gallito de las rocas”. Las vistas desde uno de los miradores nos regaló una instantánea de la selva impresionante.
Por la tarde fuimos río arriba hasta unas cachiveras(rápidos) enormes en el río Vaupés donde visitamos la casa de una familia local. Nos regalaron una piña de su propia cosecha a cada uno de nosotros. ¡Es difícil que existan piñas más sabrosas que aquellas!
De vuelta nuestro etnohotel nos preparamos para la cena y para la fiesta de despedida que habían organizado los habitantes del poblado. Compartimos con ellos la costumbre de beber chicha (bebida fermentada equivalente a la cerveza) y bailamos al ritmo del carrizo (instrumento de viento).
Sin duda el colofón final más especial para un viaje único.
El regreso
El 26 de junio llegó la despedida, llena de agradecimiento con los miembros de la comunidad indígena que nos había cuidado esos días. La chiva nos esperaba para volver a Mitú de dónde saldría nuestro vuelo de vuelta a Bogotá. Tras pasar la noche en Bogotá pusimos rumbo al aeropuerto de El Dorado en dirección a Madrid con una mezcla de cansancio y emoción por todo lo vivido. Este “Escape Amazónico” es una de esas cosas que pasan una vez en la vida y permanecen para siempre en la memoria.