Están aquellos locos de los que hablaba Apple en su famoso anuncio y estamos todos los otros.
Hay aventureros que se atreven a irse de viaje con solo un cepillo de dientes y una cámara; gente que voluntariamente cuelga de una roca congelada a cientos de metros del suelo con solo una cuerda; gente que salta sin razón alguna de un avión (que, por cierto, funciona perfectamente), con nada más que una mochila con un pañuelo gigante a las espaldas; domadores de leones, exploradores del Amazonas, buceadores del océano profundo, acróbatas y astronautas que se suben a un fuego artificial gigante y se van fuera del mundo. ¡Fuera del mundo!
Todos admiramos a esos locos aventureros que se atreven a saltar de un puente con nada más que una goma atada a los tobillos, pero la realidad es que la mayoría de nosotros no somos como ellos.
Algunos hemos tenido nuestras aventuras a lo largo de los años. Algunos hemos tenido la suerte de viajar más que la mayoría de personas, de haber hecho viajes de más de una semana durmiendo en tiendas de campaña y a la intemperie. Incluso, algunos hemos vivido la experiencia de ir a lugares donde no había absolutamente nadie más en varios kilómetros a la redonda. Pero la verdad es que con el tiempo nos hacemos más vagos. Pasan los años, ganamos peso y nos da todo más pereza. Esto no quiere decir que ya no nos gusten las aventuras como antes, pero buscamos cosas que sean menos dignas de Indiana Jones y necesiten menos preparación.
Lo que necesitamos son aventuras simples. Aventuras que podamos hacer hoy, aventuras que no impliquen poner en riesgo nuestras vidas o perder un brazo si algo sale mal. Necesitamos actividades que expandan nuestras mentes y añadan ese algo extra a nuestras vida. La verdad, lo único que tenemos que hacer es mirar a nuestro alrededor.
Las aventuras están en todos lados si sabemos buscarlas. Hoy mismo podemos armar nuestra mochila con una cámara de fotos y un sándwich y explorar nuestra ciudad. Podemos probar un nuevo restaurante o incluso mejor, aprender a cocinar algo exótico. Podemos meter un poco de ropa en una mochila e instalarnos en un hostal para conocer a viajeros y recorrer la ciudad con ellos. Podemos recordar todo eso que nos encantaba hacer de pequeños y hacerlo. Podemos aprender algo nuevo o retomar algún hobby. Un idioma nuevo, quizás. Simplemente hacer algo, cualquier cosa. No necesitamos un mes para hacerlo, ni siquiera un día entero. Solo unos minutos por aquí y unas horas por allá son suficientes. Podemos satisfacer nuestra necesidad de aventuras y desafiar nuestros límites y aún así ir a trabajar y dormir en nuestra cama.
Todos podemos crear una vida llena de aventuras simples. Todos podemos ser más valientes, más aventureros, menos aburridos y más interesantes. Todos podemos convertirnos en esos exploradores y los héroes que siempre admiramos. Y podemos hacerlo durante los fines de semana o un martes cualquiera. Claro que tenemos que pagar las cuentas, el alquiler y comer, pero cuando eso está hecho, es decisión nuestra como pasamos el resto del tiempo. Incluso si solo quedan pocas horas en el día.
Y lo mejor de todo es que esas aventuras simples se irán convirtiendo en aventuras más grandes y experiencias más emocionantes. A medida que vamos explorando y nos atrevemos a hacer más, esas experiencias más grandes ya nos darán menos miedo. Ese viaje a escalar el Kilimanjaro puede convertirse en una buena idea después de todo. Y quizás algún día serán nuestros amigos los que nos vean y nos pongan de ejemplo de aquellos locos de los que hablaba Apple en su famoso anuncio.
Hola